con Roc Laseca 

Nada va a ningún lugar. Las cosas parecen desplazarse, colorearse, adoptar nuevas formas. Pero nada va a ningún lugar. Y ésta es una comprensión que no siempre he estado dispuesto adquirir. Su certeza trae consigo una rendición. La entrega radical. 

Y no hablo de abstracciones, aunque haya pasado una vida enredado entre ellas. Hablo de la pérdida y el dolor. Y de todas las cosas que me contaba sobre ellos. Pero sobre todo, hablo de una fiesta, de mi incapacidad de echarte de menos. Si nada va a ningún lugar, todo se mueve en vuelo doméstico; aunque parezca que se desplace a tierras lejanas. Como un Madrid-Melilla, por ejemplo. 

Por eso, no trituro los papeles de las cosas que hicieron los demás: hago confeti. Ni tampoco me apropio del espacio más recóndito, tan pequeño como el hueco de un enchufe: me acomodo exactamente donde pasa la electricidad, justo al lado del tuyo. 

Todo lo demás es un trago. El reverso de un cuadro. Una celebración. Sobre todo, una celebración. 

 Roc Laseca. 2024.