Este mes de Noviembre se cumplen 30 años de la puesta en marcha de Trinta. Un aniversario redondo si tenemos en cuenta que nombre y número coinciden. Tan redondo y tan deseado que conseguirlo se convirtió en un fin en sí mismo. Una especie de horizonte, una fuente de energía y un motivo de ilusión.
No hay balances ni nostalgias. Cualquier tiempo pasado, mejor o peor, es recuerdo, poso de vino viejo o madre de vinagre. Toca seguir trabajando, mirar al futuro y cambiar su color. Tenemos muchos motivos para ser optimistas si consideramos lo que implica que una galería sobreviva tres décadas en nuestro país. Eso no es producto de un solitario empeño, no es algo exclusivamente personal. Es mérito, también, de una sociedad madura, curiosa y tolerante. Una colectividad que echa por tierra la idea de la provincia como entorno asfixiante y que pone de manifiesto que somos mejores de lo que nos dejan creer. Demuestra que existe un público que, aunque con frecuencia nos parece insuficiente, nos alienta y nos respalda, nos sorprende cuando nada esperamos y casi siempre es más generoso de lo que solemos admitir.
A pesar de que con frecuencia pensamos que no hay extensión más grande que nuestra herida somos, los galeristas, especímenes realmente privilegiados: una suerte de historiadores en tiempo real que convertimos en nuestras las voces de los artistas a los que representamos, proclamando como propias sus verdades, viviendo a través de sus vidas. Los vemos a menudo, frecuentan nuestras casas, les citamos y llamamos por su nombre de pila. Forman parte de nuestra anormal normalidad regalándonos constantemente su talento muchas veces no poco atormentado. Les odiamos y les queremos. Sobre todo porque sabemos que sin ellos se desmonta nuestra historia, carecen de objetivos los afanes y se esfuman hasta los mejores planes.
Entonces, ¿hay, acaso, algo más excepcional que hacer lo que hacemos cada día? Imposible. Nos olvidamos de ello con frecuencia y buscamos algo nuevo, cansados de comer siempre faisán. Claro que hay problemas, días oscuros, silencios, abismos y toboganes. Nada es fácil para nadie. Pero nosotros, ingenuos nigromantes, tenemos generalmente muy altas expectativas (que no es raro que se frustren) y cada vez que ello sucede olvidamos que trabajamos para el futuro desbrozando la maleza del presente. Nos sentimos jardineros infelices atrapados en interminables inviernos, congelados por la helada, deseando que escampe. Somos rosas sin olor sin vosotros, los artistas, sin vosotros, los amantes del arte.
Por eso, siempre os necesitamos.
Por eso, de nuevo os convocamos.
El camino es largo, treinta años no son nada. Celebremos que, entre todos, hacemos posible que el milagro llamado arte tenga visibilidad, que seguimos procurando que no se apague la llama, que exista espacio para la verdad. Nuestra fiesta sois vosotros los que, de un modo u otro, nos acompañáis. Os damos una excusa para hacerlo una vez más: “La mujer de agua sigue cantando” será la sexta exposición individual de Pamen Pereira en Trinta, veintitrés años después de su primera cita con nosotros en 1992. Inauguraremos el próximo jueves, 19 de Noviembre, a las ocho, como siempre. El especial estado de gracia en el que se encuentra la artista, la madurez y la potencia de las piezas de la exposición la convierten en un regalo para todos, una ofrenda casi religiosa.
Gracias a todos una vez más.
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